Reflexión de marzo
Querida familia,
Vamos avanzando en este segundo trimestre, nos queda poco para la Semana Santa, en la que conmemoramos el misterio central de nuestra fe: la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Todos los años en nuestros ambientes de ciudad y pueblos la música de marchas, las imágenes procesionando por nuestras calles, los nazarenos en su deambular lleno de colorido… nos ambientan externamente, e incluso pueden ayudar, a vivirlo internamente. Se mezclan tradiciones, costumbres y manifestaciones que pueden llevarnos a lo fundamental: tener experiencia del amor de Dios hacia cada uno. En este domingo la Palabra de Dios nos dice: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna” (Juan 3, 16). Estamos muy preocupados y ocupados en agenciarnos esta vida, la de cada día, en procurar que vaya bien, en tener lo necesario por lo menos… pero ¿nos preocupamos de igual manera en procurar lo que necesito, lo que me viene bien para la que será vida eterna? No podemos olvidar que tenemos un alma inmortal y que por ella Dios pagó con su vida. Valemos mucho para Dios.
Se acercan las vacaciones, se necesita el descanso y salir del estrés en el que vivimos pero eso también podemos hacerlo haciendo que sea SEMANA SANTA, es decir, que lo que se conmemora lo tengamos presente. También aunque estemos descansando en la playa. Por la pandemia se suprimen las procesiones, todo lo externo y multitudinario, pero la Semana Santa será, la viviremos; de otra manera menos externa, pero nada nos puede impedir vivirla interiormente. Y transmitirlo a vuestros hijos. Nosotras en el colegio lo procuraremos en los días que nos quedan.