Vida de Manuel Hurtado

  • HURTADO Y GARCÍA, Manuel. Arenas del Rey (Granada), 25.III.1896 - Tarazona, (Zaragoza), 12.I.1966. Obispo. Fundador de la Congregación Siervas del Evangelio.

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  • Nació en el seno de una familia sencilla, oriunda de un pueblo de la Alpujarra granadina, Torvizcón; su padre se dedicaba a la industria del vino, por lo que se trasladó con su familia a Arenas del Rey, que le ofrecía un mejor radio de acción para sus ventas. En 1906, advirtiendo la despierta inteligencia que mostraba el niño Manuel, sus padres lo dejaron en casa de los abuelos, en Torvizcón, para que aprovechara las enseñanzas de un maestro, extraordinario pedagogo. Y fue allí donde, en la visita pastoral realizada por el arzobispo de Granada Don José Meseguer y Costa, éste, cautivado por aquel niño que, en nombre de todos los alumnos, le había dirigido un saludo, le lanzó la pregunta: “¿Tú quieres ser sacerdote?”; a lo que Manuel respondió sin titubear: “Sí, señor”.

    Ingresó en el Seminario de San Cecilio de Granada al año siguiente, 1907, con once años de edad; y en todos los cursos fue obteniendo las máximas calificaciones, al mismo tiempo que destacaba por su piedad sincera y su firme vocación sacerdotal. Antes de ser ordenado sacerdote, en el curso 1918-19, fue nombrado Prefecto de disciplina y Profesor de varias asignaturas en los cursos de Humanidades. El 4 de diciembre de 1918 es ordenado de diácono, Y el 29 de junio de 1919 le fue conferido el grado de Doctor en Sagrada Teología

    El 20 de diciembre de ese mismo año 1919 recibe la ordenación sacerdotal en la capilla del Seminario –hoy parroquia de Nuestra Señora de Gracia- de manos del mismo Arzobispo Meseguer que había intuido la vocación del entonces niño Manuel.

    Continuó de profesor en el Seminario varios años. En diciembre de 1921 es nombrado cura ecónomo de la parroquia del Sagrario, aneja a la Catedral de Granada; en septiembre de 1923 pasa a la de Santa María Magdalena en calidad de Cura Regente; pocos meses después, el 15 de febrero de 1924, es nombrado Cura Ecónomo de la misma parroquia, y el 24 de mayo recibe el nombramiento de Párroco.

                Y es ahí, en la parroquia de Santa María Magdalena, de Granada, en los años difíciles de la segunda República y de la guerra civil, donde va a desarrollar con incansable celo su ministerio sacerdotal, dando empuje a la Acción Católica, entregándose sin reservas a la tarea del confesionario, siendo padre para todos sus feligreses, dando vida a la liturgia… todo, en fin, lo que supone y exige una parroquia. Pero lo más destacado de su labor pastoral fue la catequesis: estableció en su Parroquia de la Magdalena una catequesis modelo, que formó a miles de cristianos fervorosos y en la que colaboraban unos sesenta catequistas auxiliares de ambos sexos, todos jóvenes, a los que él preparaba también a fondo para esta preciosa labor evangelizadora.

                Y fue en ese ambiente donde surgió la chispa del Espíritu. Intuyendo con fuerza la necesidad, en la Iglesia, de unas religiosas que dieran continuidad y estabilidad a las obras parroquiales siendo “núcleo permanente” y base de unidad, que reforzara e impulsara la cooperación de los seglares, hizo nacer la Congregación de Siervas del Evangelio. Es de notar que con esta inspiración se adelantó -podríamos decir- al Concilio Vaticano II, que iba a marcar esta orientación.

                Expuso su idea, allá por el año 1934, a una joven que ya se sentía llamada por el Señor a la vida religiosa, quien la acogió con entusiasmo y fidelidad constante, dando vida a la inspiración de Don Manuel. Ella fue la primera Sierva del Evangelio: María de Nazaret Márquez Benavides. Pronto se le sumaron otras jóvenes, que formaron el grupo fundacional, y todas fueron preparándose en el silencio, bajo la guía y dirección de Don Manuel, hasta que en octubre de 1944 iniciaron su vida de comunidad, vistiendo el hábito de la Congregación el día de la Epifanía del Señor de 1945, después de haber sido aprobada como Pía Unión el 30 de noviembre de 1944 por el Arzobispo de Granada Don Agustín Parrado García, “mientras llega el momento de ser erigida la Congregación”; lo que tuvo efecto el 11 de octubre de 1945, por el mismo Mons. Parrado, que la erigió como Congregación de Derecho Diocesano. Y el 6 de enero de 1946, con dispensa de la Santa Sede, emitían sus votos perpetuos las seis primeras Siervas del Evangelio -y otra, incorporada más tarde, sus votos temporales-, dando así vida a la Congregación que hasta entonces era sólo un germen.

                El carácter de la Congregación se sintetiza en estas palabras de su Fundador: “Es un Instituto en el que están conjugadas la actividad apostólica más densa y una profunda vida interior, de austera observancia religiosa”. Pues las Siervas del Evangelio, para poder serlo de verdad, han de cuidar y vivir intensamente su vida de oración: Eucaristía, Liturgia de las Horas, oración personal y comunitaria, rezo del Rosario… constituyen el fundamento de su vida apostólica. Tienen como modelo y especial protectora a la Sagrada Familia, “para reproducir sus ejemplos y lecciones de vida evangélica en el ser y en el quehacer de cada día”. Sus casas reciben el nombre de “Casa de Nazaret”.

                Cuenta en la actualidad con siete Casas en España, en las Diócesis de Granada, Sevilla, Málaga, Madrid, Valladolid, Ávila y Toledo; y dos en el Perú, atendiendo a un “pueblo joven” y a un pueblo de pescadores del sur de Lima, en los que las Siervas están realizando desde octubre de 1986 su labor misionera.

                La Congregación ha recibido la aprobación de Derecho Pontificio, firmada por S.S. el Papa Juan Pablo II, con fecha de 25 de marzo de 1983.

    Entre tanto se iba gestando la Congregación, Don Manuel había sido consagrado Obispo el 2 de mayo de 1943, siendo nombrado Auxiliar del citado Arzobispo de Granada Mons. Parrado, elevado a Cardenal el 18 de febrero de 1946, que falleció en octubre de ese mismo año. Un año después, en octubre de 1947, fue promovido Mons. Hurtado a la Sede Episcopal de Tarazona de Aragón y como Administrador Apostólico de la de Tudela, hasta la reorganización de las Diócesis españolas por el Concordato. Es difícil sintetizar su labor en estas diócesis; el día de su entrada en Tarazona, cuando, especialmente los sacerdotes, esperaban ansiosos conocer su programa, lo plasmó en esta breve frase: “¿Mi programa? Un programa de veinte siglos: el Evangelio”. Y lo cumplió. Fue incansable en su labor pastoral, realizando visitas pastorales, reorganizando los arciprestazgos, creando nuevas parroquias, restaurando y construyendo templos y casas parroquiales; etc., e impulsando la catequesis en todos sus niveles y los medios de fomentar y sostener la vida cristiana de los fieles. Pero sobre todo cuidó la formación de seminaristas y sacerdotes, lo que constituyó su mayor preocupación. Su gran obra fue la construcción del nuevo Seminario, al comprobar que el viejo edificio no reunía las condiciones adecuadas; con santo empeño se dedicó a esta obra confiando en la Providencia, ya que la diócesis carecía de medios para afrontarla. Y no sólo fue la obra material de construcción, sino la preparación de profesores idóneos, enviando para ello sacerdotes diocesanos a Roma y a diversas Universidades. Atendió asimismo la formación y vida espiritual del clero con diversas instituciones, como las Semanas de Estudio, Ejercicios espirituales, etc.

    Al fin, después de una larga y penosa enfermedad, sufrida con entereza, entregó su alma a Dios el 12 de enero de 1966, a los sesenta y nueve años y diez meses de edad aproximadamente, después de dieciocho años largos rigiendo la Sede de Tarazona. Unas palabras pronunciadas al serle administrado el Santo Viático unos días antes de su muerte, sintetizan la verdad de su vida. Al serle preguntado por el celebrante si pedía perdón, respondió: “Sí, lo pido, pero a este propósito quiero hacer una declaración: si a alguno hice mal, no lo hice de corazón, a nadie he querido hacer daño”.

                El 27 de enero de 1997 tuvo lugar la apertura de la Causa de su Canonización, en la fase diocesana, por el Arzobispo de Granada, Mons. Don José Méndez Asensio; y fue clausurada el 10 de junio de 2001 por su sucesor, el hoy Cardenal Don Antonio Cañizares Llovera. Con fecha 4 de junio de 2004 fue concedida por la Sede Apostólica, Congregación de las Causas de los Santos, la validez del proceso diocesano. Ahora sigue su tramitación normal en dicha Congregación.